Gaudí

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Del 19 de noviembre de 2021 al 6 de marzo de 2022

Comisariado: 
Juan José Lahuerta
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Exposición

Antoni Gaudí (1852-1926) es, sin duda, el arquitecto catalán más popular y reconocido internacionalmente.

¿Podemos repensar hoy la imagen que tenemos de él? La respuesta la vais a encontrar en esta exposición, que propone una nueva mirada sobre el arquitecto, un ejercicio de deconstrucción del mito, del artista y de su obra, a menudo reducidos y simplificados hasta convertirlos en una marca.

Antoni Gaudí es un personaje complejo, que realiza su obra en el marco de unas estrategias políticas, ideológicas y estéticas específicas.

Gaudí no era un místico ausente del mundo

Veinte años después de la celebración del Año Gaudí, el Museu Nacional presenta una exposición que se aleja de los tópicos y recorre la trayectoria del arquitecto en su totalidad.

A través de una museografía basada en la teatralidad y la acumulación de objetos, como si del taller de Gaudí se tratara, se presentan más de 650 elementos —objetos arquitectónicos, de diseño y mobiliario, documentación, mapas y fotografías— procedentes de un centenar de colecciones nacionales e internacionales, incluida la del Museo, que cuenta con un importante conjunto de obras del arquitecto.

La exposición, que se podrá ver en el Museo de Orsay de París del 14 de marzo al 17 de julio de 2022, demuestra que Antoni Gaudí no trabajaba aislado del mundo y lo sitúa en el contexto internacional de la época con obras de Geoffroy-Dechaume, Thomas Jeckyll, William Morris, Auguste Rodin y Eugène Viollet-le-Duc.

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0Antoni Gaudí
Antoni Gaudí no era, ni mucho menos, el genio aislado e incomprendido que gran parte de su bibliografía nos ha dado a entender. Al contrario: su obra se desarrolló dentro de estrategias políticas e ideológicas bien concretas. Esto no quiere decir que Gaudí fuera un ideólogo, ni que su obra haya sido directamente determinada por los intereses de sus clientes, la alta burguesía y la Iglesia.
 
En realidad, la particular manera de Gaudí de entender su trabajo le enfrentó muy a menudo con esos clientes y con la sociedad en la que vivía. Más aún, la obra de Gaudí constituye el momento más alto de la producción artística e intelectual de la Cataluña de su época. Si hoy nos resultan cotidianas figuras como la de Eusebi Güell, es fundamentalmente gracias a las obras que Gaudí realizó para él.
 
Barcelona, su imagen y su carácter mantienen una relación de dependencia extraordinaria, absoluta, con la obra de Gaudí. ¿Qué sería, para bien o para mal, de esta ciudad sin esos edificios delirantes que él construyó y que constituyen su mina de tesoros más profunda e inagotable?
 
La importancia de Gaudí sobre su época no proviene, pues, ni de su supuesto aislamiento genial ni de ningún tipo de inexplicable locura. Proviene de la capacidad que él tuvo para concentrar esa época en sus edificios, para contraerla entera en su complejísima obra.
 
La obra de Gaudí ha trascendido, con mucho, al tiempo en el que él vivió, aquellos años turbulentos entre dos siglos. Si lo ha hecho es porque él supo, como nadie, interpretar su tiempo y proponerle las imágenes más fuertes. Por eso perdura. Así que se podrá continuar hablando de Gaudí en términos excesivamente elogiosos, formalistas, folklóricos o esotéricos, pero todos ellos son términos útiles para olvidarlo, para hacer de él ese cómodo y gigantesco “icono” turístico en que se está convirtiendo cada vez más, sin remedio.
 
Pero, si queremos comprender su obra en toda su profunda intensidad, no podemos dejar de lado su tiempo. Tenemos que reconocer el modo en que sus edificios participan de las estrategias políticas e ideológicas de su época, es decir, con los deseos y las necesidades de sus poderosos clientes.
 
La arquitectura de Gaudí no es formalista, sino simbólica. No es una arquitectura encerrada en sus propias ideas, sino, al contrario, absolutamente comprometida con la vida de una Barcelona desgarrada por la lucha de clases.
Y él no es un místico ausente del mundo, sino un personaje político, presente como pocos en la escena de esa lucha. O, dicho literalmente, Gaudí es el constructor de los escenarios simbólicos más importantes de esa lucha de clases, de su arquitectura.
 
1Las dos caras de Barcelona
La Barcelona que Gaudí encontró a su llegada a la ciudad en el año 1868 no tenía nada que ver con la que conocemos ahora. Era una ciudad en plena transformación, sometida a un crecimiento tan veloz como contradictorio. Estaba dominada por el gran vacío que se abría ante ella tras el derribo de sus murallas. La inmensidad del llano que se extendía ante ella se convertía en la tabla rasa donde, gracias a la cuadrícula del Plan Cerdà, todo era posible: no podía imaginarse mejor símbolo del dejad hacer burgués.
 
La rápida ocupación del Ensanche es la clara muestra de la acumulación de capital de la burguesía barcelonesa. El lujo y la novedad de los edificios, públicos o privados, así como la generosa amplitud de calles y paseos, constituyen el rostro más optimista de esa burguesía.
 
Pero esa ciudad moderna, que miraba hacia el futuro creyéndose un “París del Mediodía”, era solo una cara de la moneda. La otra cara, popular y revolucionaria, es la que hizo de esa misma Barcelona, conocida ahora como “Rosa de Fuego”, el perfecto escenario de la lucha de clases, con toda su violencia y sus terribles desequilibrios.
 
2Años de formación de Gaudí
Uno de los mitos que rodean a Gaudí es que aprendió todo lo que supo gracias a una especie de ciencia infusa, mirando con ojos de niño la naturaleza. O que heredó las cualidades morales y materiales del trabajo artesanal, a través de las generaciones de caldereros que se habían sucedido en su familia. Nada más lejos de la realidad: Gaudí se formó intelectualmente en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, recién inaugurada. Una escuela optimista en todos los sentidos, que quiere dar respuesta a las necesidades materiales y simbólicas de una ciudad en gran expansión y, al mismo tiempo, de una burguesía que busca expresarse con un lenguaje propio, moderno y cosmopolita. Durante los años en que cursó la carrera, y tal como puede verse en sus proyectos estudiantiles, Gaudí participó activa y conscientemente de las polémicas intelectuales del momento. Conoció críticamente las obras de los teóricos y arquitectos europeos más influyentes, como Viollet-le-Duc, John Ruskin o los modernos reformadores británicos del diseño. También dispuso del extraordinario fondo bibliográfico y fotográfico que la Escuela había adquirido desde su fundación y que ponía a disposición de sus estudiantes.
 
3Primeros proyectos
Aunque su familia tuviera los medios suficientes como para costearle una carrera en Barcelona, lo cierto es que, en sus inicios profesionales, Gaudí, tuvo que trabajar, muy a pesar suyo, como empleado en las obras de otros arquitectos. Trabajó para Josep Fonseré en las obras del Parque de la Ciudadela, por ejemplo, o para Francesc de Paula del Villar Carmona en las del Camarín de la Virgen de Montserrat.
Además de los proyectos realizados para la Cooperativa Obrera Mataronense, sus primeros trabajos como profesional corresponden, en su mayoría, a lo que ahora llamaríamos “mobiliario urbano” —soportes para anuncios, quioscos de prensa, farolas o vitrinas comerciales—.
Un tipo de trabajo bien representativo de las transformaciones a las que está sometida una ciudad convertida en mercancía y en espectáculo de las nuevas multitudes urbanas.
Ya entrada la década de 1880, Gaudí recibe sus primeros encargos propiamente arquitectónicos: la Casa Vicens o los Pabellones Güell en Pedralbes. Gaudí convierte estas pequeñas obras en auténticos manifiestos de sus propias capacidades, tanto en el uso magnífico de materiales y técnicas como en la gran variedad de referencias culturales y visuales. En estas primeras obras, Gaudí emplea un estilo propio expresamente excéntrico y absolutamente nuevo en el panorama barcelonés del momento.
 
4Proyectos para Eusebi Güell. Palau Güell, Park Güell e iglesia de la Colonia Güell
Según la leyenda, Gaudí y Eusebi Güell se conocieron cuando este descubrió, en la exposición de París de 1878, la vitrina que el arquitecto había diseñado para la Guantería Comella. Pero es más que probable que los presentara Joan Martorell, arquitecto de la familia Güell y empleador de Gaudí. Sea como fuere, a partir de la construcción de los Pabellones de Pedralbes, Gaudí se convirtió en el arquitecto de Eusebi Güell. Así, surge entre ambos una relación que los contemporáneos compararon con la de los grandes mecenas y artistas del Renacimiento, o con la que Luis de Baviera tuvo con Richard Wagner. Los atrevimientos del genio repercuten directamente en el reconocimiento público de la liberalidad del señor, que es quien los permite.
La ideología aristocratizante de Eusebi Güell se traduce en el programa principesco que, a lo largo de los años, Gaudí diseña para él: un palacio en el corazón de la ciudad antigua (el Palau Güell), un parque suburbano (el Park Güell) y un templo (la iglesia de la Colonia Güell).
Con estas tres obras, Gaudí y Güell ponen en marcha un programa de gran tensión simbólica y de ideología profundamente antiurbana: el palacio es el lugar en el que la ciudad se refunda sobre su “nueva antigüedad”; el parque es la imagen ideal de una tierra mítica en la que se contrae el paisaje típico catalán; y el templo, la visión patriarcal de lo que entonces llamaban el “problema social” —es decir, la lucha de clases, que se resuelve en términos sagrados, redentores—.
 
5Casa Calvet, Casa Batlló y Casa Milà: viviendas en el Ensanche
La construcción de casas de pisos en el Ensanche era uno de los encargos característicos de los arquitectos barceloneses. Según unas tipologías perfectamente establecidas, sus fachadas respondían a un modelo neoclásico de balcones y cornisas. A partir de 1900, en cambio, la fachada es el lugar a través del cual los propietarios expresan su nuevo concepto de riqueza superconsumista: los arquitectos tienen libertad para diseñarlas con las mayores excentricidades. Algunas calles de la ciudad, como el Paseo de Gracia, se convierten en el escaparate de un lujo basado en la novedad constante. Lejos del orden colectivo del neoclasicismo, las fachadas “modernistas” son como cuadros de una exposición, furiosamente independientes unas de otras y basadas en la “discordia”.
Gaudí construyó tres de esas casas. En la Casa Calvet propuso ya una desinhibida interpretación del Barroco, que estará presente, también, en las casas Batlló y Milà. En las fachadas de estas dos casas, las leyes de la tectónica son puestas en constante sospecha. Estas casas demuestran, además, su conocimiento de las obras más avanzadas de la Europa del momento —sobre todo, las de Hector Guimard—. También su interés por las exposiciones universales, los medios impresos de masas, los estilos exóticos o las “formas artísticas de la naturaleza”, sobre todo la submarina, tan populares en la época.
 
6Exposición de París
En 1910, gracias al patrocinio de Eusebi Güell, tuvo lugar en París una exposición de la obra de Gaudí. La preparación de esta exposición, en la que se presentaron maquetas de yeso a escala natural, dibujos y fotografías de gran formato, se hizo en el taller de la Sagrada Familia. Según cuentan las crónicas de la época, Gaudí no se mostró en ningún momento muy entusiasmado con este proyecto, que dejó en manos de ayudantes. La crítica parisina, poco acostumbrada a las excentricidades de un arquitecto como Gaudí, ya entonces muy popular, se mostró ambigua. Aun reconociendo la originalidad de su obra, la señaló como el compendio del “mal gusto”.
1910 es también el año en que, después de la Semana Trágica, Gaudí abandona todos los encargos privados para dedicarse exclusivamente, ya hasta el final de su vida, a la Sagrada Familia. Así, en el mismo momento en que Güell orquesta una proyección internacional de su obra, Gaudí decide recluirse en su obrador.
Tras los incendios de la Semana Trágica, el taller del arquitecto se convierte en una especie de “refugio del fin del mundo” desde el que organizar su redención.
 
7Arquitectura religiosa y restauración litúrgica. La catedral de Mallorca
La relación de Gaudí con la arquitectura religiosa y con el diseño de objetos y mobiliario litúrgico se produce desde el inicio de su carrera. Al mismo tiempo, en Cataluña, un proyecto ideológico profundamente conservador, que identifica los fundamentos de la patria con sus orígenes cristianos, toma cuerpo en las teorías y la práctica desarrolladas por obispos como Josep Morgades o Josep Torras i Bages. La reconstrucción —o invención— de los monasterios medievales románicos y góticos, como los de Ripoll y Poblet, o las celebraciones alrededor del milenario de Montserrat, sirven para crear una red simbólica que pone en relación directa el renacimiento de Cataluña con la restitución social de la Iglesia. Esto se hace a través de unas imágenes bien concretas, en las que la arquitectura —al mismo tiempo antigua y moderna— juega un papel esencial.
La profunda preocupación de Gaudí por la redención de la Iglesia y de la patria a través de la arquitectura se hace evidente en el proyecto de “restauración litúrgica” de la catedral de Mallorca. Este proyecto se resuelve, por un lado, como un gigantesco collage en el que todos los elementos son desplazados de su posición original para alcanzar nuevos significados simbólicos. Y, por otro lado, en el uso de las técnicas y lenguajes más experimentales, ya sea en el diseño del mobiliario, en las pinturas del coro o en el uso de la tricromía en los vitrales.
 
8El templo de la Sagrada Familia. El taller de Gaudí
La idea de construir un templo dedicado a la Sagrada Familia surge en la década de 1870, promovida por una serie de personas y entidades profundamente conservadoras, que interpretaban de forma apocalíptica las transformaciones que se habían producido en las décadas anteriores: desde la pérdida del poder del papa hasta las sucesivas revoluciones e insurrecciones populares (la más destacada: la Comuna parisina de 1871), pasando por la general deriva liberal de los gobiernos burgueses de las naciones europeas.
Esa percepción de estar asistiendo a una especie de fin del mundo alcanzaba, en el caso particular de Barcelona, los extremos más radicales. No olvidemos que Barcelona era entonces una ciudad atravesada por la violencia social, conocida como “ciudad de las bombas” y, más tarde, como “Rosa de Fuego”.
Es en este contexto que la Asociación de Devotos de San José decidió construir en la ciudad un templo expiatorio, pero ¿Cuáles eran los pecados a expiar sino los derivados, justamente, de la lucha de clases? Las obras fueron iniciadas por el arquitecto Francisco de Paula del Villar Lozano, quien renunció en 1883. Ese mismo año fueron encargadas a Gaudí, que tenía entonces 31 años, y cuya vida quedó, a partir de ese momento, vinculada al templo.
Gaudí hizo de la Sagrada Familia el centro de toda su obra: allí estableció su taller o, mejor dicho, su obrador. Con el paso del tiempo convirtió lo que al principio no era más que una excentricidad de un grupo de católicos en uno de los centros artísticos, ideológicos y de producción simbólica más importantes de la Barcelona moderna.
La idea explicitada por el poeta Joan Maragall del templo inacabado e inacabable, del templo que espera siempre sus altares; de la construcción que, siendo al mismo tiempo una destrucción, cumple su misión redentora; y del arquitecto visionario que le da forma, se cumplió con creces en vida de Gaudí.
A su muerte, la Sagrada Familia era ya, sin duda, el monumento más popular de la ciudad de Barcelona, como lo es aún hoy.
 
9La doble fortuna de Gaudí
Cuando Gaudí murió el 10 de junio de 1926 a punto de cumplir los 74 años, tres días después de haber sido atropellado por un tranvía, su posteridad se proyectaba hacia el futuro según dos caminos divergentes.
Uno surgía del contexto local y tenía que ver con la enorme popularidad de la que Gaudí había disfrutado siempre en la ciudad de Barcelona, primero como uno de sus grandes excéntricos, tan imprescindibles para una burguesía superconsumista, después como genio solitario, huraño e incomprendido, y, finalmente, como “arquitecto de Dios”.
El trazado del otro camino, en cambio, se está iniciando en ese mismo momento, y su carácter, que para nada cuenta con el carácter propio de Gaudí, va a ser decididamente universal.
Consistirá en encajar la obra de Gaudí —o, al menos, una parte de su obra, que cancelará al resto—, primero, en la maquinaria formal e ideológica de las vanguardias, y segundo, en la economía general del llamado “Movimiento Moderno”, para hacer de Gaudí un “precursor” de las vanguardias y un “maestro” de artistas tan diversos como Joan Miró, Salvador Dalí o Antoni Tàpies, entre tantos otros que reclamaron su origen.
 
Actividades
Actividad en torno a la exposición
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27/11/202105/03/2022
Actividad en torno a la exposición
30/11/202130/11/2021
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26/01/202226/01/2022
Actividad en torno a la exposición
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Actividad en torno a la exposición
Arte, artes escénicas y música
17/02/202217/02/2022
Actividad en torno a la exposición
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15/02/202217/02/202219/02/202223/02/202226/02/2022
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Actividad en torno a la exposición
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Actividad en torno a la exposición
19/01/202221/01/202225/01/202226/01/202229/01/202201/02/2022
Antoni Gaudí frente a la Sagrada Familia. Septiembre de 1920. Centro de Documentación del Orfeó Català